Ser una parte de la Iglesia de Cristo sin excluirse ni aislarse de otros cristianos Participando activamente  en la vida del pueblo de Dios.

 

Pertenecer a una comunidad donde toda persona es respetada por su individualidad y puede utilizar sus talentos.

 

Creer y vivir una teología basada en las Sagradas Escrituras, respetuosa de la Tradición, coherente con la inteligencia y la razón.

 

Preferir la libertad de criterios en Cristo a que todas las opiniones sean exactamente iguales.

 

Considerar el ministerio como deber y privilegio de todas las personas bautizadas, sintiendo devoción y reverencia por los Sacramentos.

 

Hacer hincapié en la moralidad (todo lo que es bueno y edifica) y evitar el moralismo (que define la salvación como resultado de la conducta individual y no de la obra de Cristo).

 

Participar de la herencia apostólica, la fe en el Evangelio de Cristo. Formando  parte de una historia antigua y sagrada que se renueva cada día.

 

Creer que la Iglesia pertenece a todos nosotros, y que todos tenemos el privilegio de apoyarla según las posibilidades de cada uno.

 

Participar en la administración y el gobierno de la Iglesia bajo el orden establecido.

 

Pertenecer a una familia internacional, intercultural que proclama el Evangelio en todo el mundo, como Cristo nos mandó a hacer.